lunes, 5 de diciembre de 2011

Cuando voy es porque vengo y cuando vengo es porque voy

Cesar Luis Menotti, luego de ganar la copa del mundo en el campeonato mundial de fútbol de 1978, realizó una serie de microprogramas didácticos que se emitían por televisión, donde enseñaba algunos de sus secretos. En uno de esos microprogramas el, en aquel entonces, director técnico de la selección argentina, repetía varias veces la frase: “Cuando voy es porque vengo, y cuando vengo es porque voy”. Este era un truco para que los jugadores recibieran la pelota lejos de la marca.
Cuando un jugador quería que su compañero le entregara un pase cortito y al pie, amagaba a alejarse (Cuando voy es porque vengo…) y cuando quería que la pelota fuera lejos de su posición para ir picando a buscarla, amagaba a acercarse (…y cuando vengo es porque voy).
De esa manera primero se desprendían de la marca y luego podían tomar el balón más cómodamente.
Cuando nosotros sentimos a nuestra pareja distante, queremos acercarnos. ¿Cómo lo hacemos? Les preguntamos qué les pasa, si hay algo que no nos contaron, queremos verlas más tiempo. Queremos provocar por medio de nuestro acercamiento, el acercamiento de ellas, lo que por lo general no ocurre.
¿Y por qué no ocurre? Analicémoslo un poco fríamente.
Cuando sentimos a nuestra novia distante, es porque está distante. Así de fácil. Lo que pasa es que es mucho más sencillo pensar que es sólo idea nuestra. Lo que hacemos habitualmente para convencernos de que es de esa manera es preguntarle a ella si le sucede algo, si nos está queriendo menos, si hay otro tipo, y por lo general lo hacemos con voz melancólica y cara de borrego a medio morir.
Es muy probable que alguna de estas cosas le esté pasando, pero no es lo suficientemente importante, al menos en ese momento, como para decírnoslo. Entonces, lo que hacen es negar todo. Te dicen “no seas tonto, yo te quiero como siempre, no pasa nada”. Pero la sensación que sentíamos no cambia, porque en realidad la actitud de ella a pesar de sus palabras no cambia. Está fría y distante y tu, a pesar de obtener las respuestas que esperabas, te sigues sintiendo mal porque en el fondo sabes que hay algo que no está bien. Si en
estos casos no se actúa correctamente y con rapidez, esta situación se puede ir agrandando como una bola de nieve.
Cuando voy es porque vengo y cuando vengo es porque voy.
Quieres que ella esté más lejos, acércate. Quieres que ella esté más cerca, aléjate.
Cuando voy es porque vengo y cuando vengo es porque voy.
Si ellas tienen algo en mente, lo que sea, que les está perturbando la relación contigo, cuanto más encima le estés, más molesta se va a sentir.
No hay mejor defensa que un buen ataque. Si ella está distante, ponte distante tus también.
No la llames.
No le insistas.
No le ruegues.
No le preguntes.
Pon distancia. Da vuelta la tortilla. Hace que sea ella la que sienta lo que tu estás sintiendo ahora.
Que tenga un poco de miedo.
Que dude.
Que sea ella la que te termine preguntando si no la quieres como antes, si te pasa algo, si tienes otra.
Cuando eso suceda, la vas a sentir más cerca que nunca y ya no vas a tener ningún temor. Será entonces ella la que se sienta mal pensando que tu estás distante.
Pero ése no es tu problema.

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